Oposición, ¿cuál oposición?


El gran masturbador. Salvador Dalí.
Foto realizada con celular
  En teoría los partidos son necesarios para la democracia porque a través de ellos se canaliza la competencia política. Porque la existencia de la oposición impone límites a quienes gobiernan. Porque los conflictos entre los partidos de gobierno y los de la oposición ayudan a establecer las normas y las reglas democráticas. Pero la sociedad dominicana atraviesa por una crisis de representación de los partidos políticos y estos son más que nada "formaciones personalistas", es decir son instrumentos de personas, no de visiones o propuestas de orden social diferentes. Por esa razón las probabilidades de que el enfrentamiento entre ellos ayude a establecer normas y reglas democráticas es reducida.

El caso se agrava si los líderes de la oposición se rascan el ombligo, mientras están preocupados por ser elegidos por el líder gobernante como su interlocutor, dedicando su tiempo a sus luchas intestinas contra los demás líderes partidarios, antes que a presentarse como auténtica opción de gobierno. Los conflictos entre los partidos dominicanos no se presentan como conflictos entre disímiles intereses sociales, o económicos, u opciones de orden social distintas, se presentan como guerritas mediocres entre políticos igualitos que sus guerritas que se han autonomizado de la sociedad y parecen ser autistas. Dicho en otros términos: la competencia política no se realiza de cara a la ciudadanía, o de cara a las bases o en representación de ellas, sino de cara al otro líder. La participación de la ciudadanía es reducida y puntual, por lo que el aislamiento de los políticos se profundiza.

En teoría el conflicto político crea normas democráticas, ya que en el enfrentamiento se crean las reglas para la libre circulación de las propuestas, libre circulación que todos los partidos necesitan, identificándose la necesidad del contrapunto ineludible. Esto ocurre siempre y cuando los partidos entiendan que no pueden eliminar a la oposición sin destruir a la democracia misma, y la ciudadanía sea activa exigiendo que las políticas públicas respondan a sus necesidades. Pero, cuando se entiende que la lucha política es guerra entre ejércitos y que de lo que se trata es de destruir al enemigo, terminan desprestigiados todos los partidos y los mismos líderes. Pocos líderes políticos dominicanos están saliendo de esta trampa.

La democracia demanda la institucionalización de un sistema competitivo de partidos y de una ciudadanía que participe y tome en cuenta la eficiencia y la eficacia de las políticas públicas y los programas propuestos a la hora de votar. Lo que implica luchar contra el caudillismo y la perpetuación de los liderazgos en el poder. La visión del conflicto político como guerra fratricida es lo que está provocando que en el PRD se observe una carnicería como si cientos de Caínes se enfrentaran a un montón de Abeles, sin que nadie pueda decir quiénes son los Caínes, y cuáles los Abeles. Este enfrentamiento le inutiliza como oposición, quedando el PLD a merced de sí mismo, mientras la ciudadanía como colectivo se queda perpleja. Participar es la clave.

Ramón Tejada Holguín
Perspectivaciudadana.com
El Caribe
30 noviembre 2010

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