¿Vale la pena? La industria de la anticorrupción en América Latina

Usted sentado en su cómoda silla, con el control en la mano, cambiando canales a voluntad, soberano a la hora de decidir el programa a sintonizar, ¿puede decirme si vale la pena?

Le hablo de La Lucha contra la corrupción. Sí, hay quienes tienen del deseo de vivir en una nación en la cual no tengamos que convivir con el miedo constante de despertarnos leyendo sobre un nuevo escándalo que involucra a un funcionario de algunos de los poderes del Estado, o personas pertenecientes a cualquiera de los partidos e incluso a algún consultor con cara de niño malcriado.

No queremos despertarnos y saber que las cosas quedan como si nada hubiese pasado, a pesar de que sabemos lo que pasa. O enterarnos que hay corrupción en el seno mismo de la sociedad civil e impávidos observar a quienes callan de manera cómplice.

No le estoy recriminándo o haciéndole una exigencia exagerada, tampoco quiero provocarle una depresión, pero es bueno que hablemos con claridad y seamos sinceros.

Le solicito que reflexione un poco y me diga si el esfuerzo vale la pena, si usted realmente está dispuesto a comprometerse y ser parte activa de este proceso. Si es capaz de indentificar cuando un periodista o una periodista se deja llevar de la pasión política antes que de la verdad. ¿No le gustaría saber si las lágrimas de cocodrilo de un incapaz son suficiente para tapar el lodo que le chorrea? A mí sí que me gustaría saberlo.

Le digo la verdad: le estoy pidiendo acción. Una acción independiente y no motivada en los financiamientos internacionales. Ni en consultores y consultoras carentes de imaginación y creatividad, que suelen proponer estrategias aplicadas en sus paises de origen, sin tomar en cuenta las características de nuestra nación. No tenga miedo de perder esos chelitos que le dan allende los mares, total si sigue como va simplemente será usted parte del engranaje. No me opongo a consultores y consultoras que nos muestran sus exitosas herramientas, sino a quienes nos las quieren imponer si conocer la nación, sin tener logros comprobables en su haber.

¿No se ha preguntado cómo es que con tanto dinero inveritido en la lucha contra la corrupción, los índices nos dicen que las cosas empeoran? Vamos, sea autocrítico o autocrítica. No se haga parte de esa industria creciente de La Lucha contra la corrupción.

No se achicopale, no es mi intención llevar la desazón a su alma, pero la verdad es que hay una industria de la Lucha anticorrupción, basada en lealtades de consultores nacionales e internacionales, a la caza de financiamientos e ideas rancias que no han logrado éxitos en los países en que se originan. Y mire, que en esta nación parecería que la mayoría tiene corruptos favoritos.

Pero, su interés, el suyo, no mire hacia otro lado, le digo el interés de usted que me lee, sí su interés puede ser la diferencia; su integración puede ayudar más de lo que usted imagina. Haga un esfuercito y vea las cosas sin pasión. Quitese el yugo que le impide ver que su propia organización, esa a la que usted pertenece necesita un remozamiento, para mejorar, para mejorar.

Sí, sé que las organizaciones civiles parecen andar cada una por su lado, a veces dejándose llevar de mercenarios y mercenarias que conocen bien el mercado de los financiamientos internacionales, y simplemente protegen sus lujosos salarios de consultoras o consultores internacionales pertenecientes a esa nueva industria llamada La Lucha Contra la Corrupción. El finaciamiento internacional es bueno, no es ese el problema, pero las agencias deben entender que no tendrán éxito si insisten en crear organizaciones paralelas que pretenden sustituir a las existentes. Debe existir un dialogo entre agencias y organizaciones más sincero.

Por ejemplo es bueno preguntarse, antes de convocar a esos concursos internacionales: ¿Cuántas consultoras internacionales de las que nos traen han sido exitosas combatiendo la corrupción en su país de origen? ¿Cuáles son los indicadores de éxito, la realización de actividades o la reducción de la corrupción?

¿Cuántos consultores internacionales le ponen estrategias inútiles a timoratas institucionales nacionales que por miedo a perder los financiamientos callan de manera cómplice?

Y mientras tanto seguimos en las mismas o peor. Mire que hay problemas comunes en el mundo, pero hay aspectos culturales de las naciones que no pueden soslayarse.

Y le pregunto a la gente de la sociedad civil organizada, ¿vale la pena?

¿Cuántas contratas han sido ganadas en concursos y cuántas asignadas por voluntad de funcionarios y funcionarias?
¿Cuántos concursos amañados que todo el mundo sabe quién ganará se han realizado?

¿Qué han logrados esas pueriles estrategias diseñadas en solitario y sin contar con la sociedad civil dominciana por la industria anticorrupción?

Hay tantas herramientas que se han logrado implementar, pero que las organizaciones de la sociedad civil no usan, porque a los consultores y consultoras de la industria le interesa otra cosa.

Tratemos de que se aplique la ley de acceso a la información. Financiemos equipos que vigilen el cumplimiento de la Ley de Compra, Contrataciones y Consesiones del Estado. Luchemos para reducir la discrecionalidad de los funcionarios. Denunciemos a esos que andan en enormes yipetas robadas (u obtenida de manera fraudulenta que es lo mismo. Pensemos más en la ciudadanía y las organizaciones que trabajan el tema y sigamos pensando que cada acción necesita un consultor o consultora que se la diseñe.

Le pido excusas por molestarle de esta manera. Pero, estoy un tanto triste. Sé que hay evidencias de que no hay voluntad política para combatir la corrupción, no creo que quienes tienen el control de los bienes públicos van a ceder ese control sólo porque sí. No, se necesita acción, movilización ciudadana. Ay, pero también hay evidencias de que las organizaciones de la sociedad civil están, cada vez más, pasivas en el tema y que las consultoras y consultores nacionales e internacionales tienen la sartén por el mango y eso no es bueno, porque no dan continuidad a los logros de las organizaciones, porque quieren crear sus propias agendas y desnaturalizan la agenda dominicana.

Sé que con el control remoto de la televisión que tiene usted en las manos puede poner el canal que desee, ¿por qué no pone el de la transparencia?, ponga el canal de la ciudadanía, del pueblo, y coloque en su justo lugar a consultores y estrategias empaquetadas, estandarizadas. Entienda, no hablo de las personas que hacen las veces de consultores y consultoras internacionales, hablo de las estrategias que nos imponen sin tomar en cuenta nuestras características y los pasos de avance dados, tales como las leyes que no se aplican y que no hay lucha por aplicar.

Hay desazón ahí afuera, hay decepción ahí afuera, hay desencanto ahí afuera, hay desesperanza ahí afuera, esperan por usted ahí afuera, y aquí adentro también.

Con honestidad le digo que hay escepticismo, y lo peor es que la industria de consultoría en anticorrupción que ha crecido en el último año aquí en República Dominicana, es uno de los obstáculos para diseñar una estrategia anticorrupción eficiente y eficaz.

Habrán los ojos, amigos, amigas de las organizaciones civiles, aprendamos a construir estrategias basadas en las necesidades nacionales, que tomen en cuenta los éxitos internacionales, pero que no los conviertan en fetiches, ni magnifiquen el poder de esas empresas consultoras, ni nos traigan consultores permanentes. las consultorias deben buscar crear las capacidades en el país, si estas capacidades existen es bueno que las consultoras vayan a ayudar a otros países.

Hablemos claros con las agencias financiadoras, analicemos bien las propuestas de los consultores pertenecientes a la industria de La Lucha Contra La Corrupción, e implementemos nuestra propia estrategia, nacional, basada en las características del tipo de institucionalidad que aquí tenemos, claro que sin dejar de lado los logros internacionales.

Las mejores credenciales de cualquier consultor o consultora son los logros en su país. Antes de contratar un consultor internacional observemos bien los logros en el país de origen. Y esos éxitos deberían ser su medida del éxito.

Ramón Tejada Holguín