Masoquismo, interactivos, sadismo e interactivas: Sith de la dominicanidad

De ninguna manera es válida la procacidad, el masoquismo y la agresividad que se exhibe impúdica en muchos programas de la televisión y la radio. He escuchado algunos que me resultan procaces, en el estricto sentido de la palabra.

Programas que apelan al estilo de la discusión acalorada e irracional, que estimulan los aspectos más negativos de la dominicanidad: El chisme, el clientelismo, la búsqueda de prebenda, el creerse privilegiado.

Se estimula el masoquismo y el sadismo entre algunas de las personas que conducen el programa y su público. Intenté escucharlos para estudiarlos como fenómeno sociológico y francamente me han dejado patitieso, abochornado, anonadado.

Mi opción es no escuchar esos programas, sin embargo, siguen en el aire porque tienen público, anuncios, gente que le pagan para que llamen como son los llamados interactivos, e interactivas, gente que se divierte con las barbaridades que allí se perpetran.

No he leído o escuchado críticas a esos programas, nadie les regula o pone coto a las soeces palabras que desde muchos de ellos se pronuncian cotidianamente. Algunas de las personas que han criticado este tipo de programa en mi presencia expresan un conocimiento muy grande de las personalidades de cada uno de los actores que intervienen en uno de esos programas de la mañana, lo que me lleva a pesar que en el fondo son oyentes, tal vez fanáticos.

Si hay quienes han sido afectados en sus honras y no han utilizado los recursos que les ofrece la justicia se puede deber a uno de tres factores. 1) No les importa lo que digan en esos programas, no los oyen, no les merecen crédito. 2) O tienen el temor de que la ventilación del caso saque a relucir aspectos que no les interesa que sean aireados. 3) O simplemente piensan que ese tipo de programa tiene tal pegada que pelearse con quienes los conducen les puede afectar.

De hecho creo que hay una percepción errada sobre la influencia de ese tipo de programa en la sociedad dominicana. Una cosa es que la gente lo escuche, se ría y hasta lo combata en el aire y otra que las opiniones de las personas que los conducen y los invitados ejerzan algún tipo de influencia en el público radioescucha.

Creo que estos programas son más espectáculo que reflexión política, por lo que su influencia es mínima en las decisiones que las personas que lo escuchan toman. Los comentarios que escucho de quienes los oyen, me llevan a pensar que se interesan más por el chisme personal, cual programa de farándula, que por las posiciones políticas o prestigio de la gente que allí va.

Al parecer mucha gente lo escucha como programa de diversión y no como una forma de informarse para asumir una posición sobre algo, para tener más claridad sobre una idea o planteamiento, lo escucha para reírse del chisme, para gozar el cotilleo, para liberar las tensiones cotidianas, para insultar a los del partido contrario.

Quienes llaman y lo escuchan tienen sus ideas bien establecidas.

Una encuesta que realicé cuando estaba en el CIES, reveló que el 60 por ciento de las personas entrevistadas dice que se entera de los asuntos políticos principalmente por la televisión, sólo el 15 por ciento dijo que el principal medio por el cual se entera de los asuntos políticos es la radio. Es decir, la función de la radio es de otra índole, se escucha música, se goza con la chercha, etc. Definitivamente, no es el medio principal para la información política o el debate de las ideas.

Sí, esos programas son farándula, espectáculo, vitrina, banalidad política, frivolidad concentrada, presencia simplista, por lo tanto quienes anhelan ser mencionados o mencionadas deben tener la misma característica que esos programas.

Ramón Tejada Holguín