Un día o dos son insuficientes; pero uno es el necesario


Hay mujeres indefensas para las cuales su hogar es el lugar más peligroso del mundo, insoportable prisión. Hay más de una mujer a quienes la persona que dice ser su pareja, su compañero le ha destruido la dignidad y la autoestima, y dice quererla, y se llama a sí mismo padre del fruto de su vientre. Hay mujeres abusadas y golpeadas por maridos o novios o familiares masculinos que esconden su atroz secreto de miedo y lodo con un manto de justificaciones inaceptables.

Hay familias que ven incólumes como se consumen sus parientes femeninas sin mover un dedo, hay quienes rehúyen su verdadera responsabilidad diciendo “ella se lo ha buscado”. Hay un día de la mujer y otro de la no violencia contra la mujer. ¿Qué se puede hacer durante un día o dos para evitar que los restantes 364 o 363 las mujeres sean abusadas física y psicológicamente, para que no se les siga inculcando en el alma la idea de que son culpables de los abusos y vejaciones a que las someten?

Las estadísticas son pasmosas, terribles. Hay quienes las ven con alarma o las discuten con criterios científicos. No deseo hablar de estadísticas ahora, quiero hablar de sentimientos, de seres humanos de carne y hueso. Sí, en ocasiones nos olvidamos que detrás de las cifras de abusos hay un gran drama humano, hay una mujer, que puede ser alguien que conoces, y que siente que vive en un callejón sin salida. Personas a quienes les han atrofiado la forma de amar y de percibir lo que les rodea. Pensemos en la mujer que debe besar a su verdugo y lo besa con cariño a veces sincero. Imaginemos a la mujer para la cual dar una caricia a su cónyuge puede desatar la ira que la llevará al hospital, pero negar la caricia puede provocar lo mismo. Y cuando la interroguen tendrá que decir que se golpeo en la cocina u otro lugar de la casa.

Y qué puedes decir de la mujer que debe prepararle la cena a quien la denigra y debe hacerlo sonriente y "feliz". ¿Te puedes poner en el lugar de quien tiene la obligación de hacer el amor con quien la degrada, deshonra, ultraja, mancilla, veja, insulta?

Y qué puedes saber del silencio cómplice. De la familia que no entiende cómo un hombre tan serio, tan cumplidor con sus hijos, tan tranquilo, que no le habla alto a nadie, puede cometer hechos tan abominables, por lo que busca la culpa en la mujer maltratada. ¿Puedes meterte en el cerebro de esa mujer un momento? ¿Eres capaz de entender el desamparo de esa mujer?

Y ese otro silencio, el que ella debe mantener, ese arcano que es incapaz de revelar porque siente que será culpada por lo demás, o porque hay que mantener las apariencias, o porque cree, vana esperanza, que las cosas cambiarán de alguna manera, o porque él mantiene la casa, o porque cree que si habla los demás dirán que ella es culpable de su propia desgracia.

Y para no volverse loca se convence de que ama a su verdugo. Si sufrir es terrible, más aterrador es expulsar el sufrimiento a lo más profundo del alma. Vivir en una angustia perpetua y sola. Imagine usted que es una mujer que ve al hombre que la abusa cada día más radiante y respetado, mientras que el espíritu de usted se corroe por la ambigüedad de los sentimientos que la confunden, que la obnubilan y la consumen lentamente. Imagine, le pido, que un día le dice a alguien que su esposo la maltrata y ese alguien le responde incrédulo: “¿qué haces para volver loco a ese pobre hombre tan bueno?”. Imagine lo que es no saber a quién recurrir, que es casi lo mismo que vivir con pocas esperanzas.

No, no, no trates de justificar la indiferencia que nos hace cómplices a todos y todas. Nada justifica que se humille y torture física o psicológicamente a un ser humano, y sin embargo la violencia contra la mujer es más cotidiana de lo que parece, es más tolerada de lo que podemos imaginar. Nada lo justifica, y esos expedientes de que es malcriada, o puta, o que le gusta demasiado mostrar su contorneado cuerpo y según usted eso no debe enseñare, no son más que la coartada para seguir con la conciencia tranquila. Ella es dueña de su cuerpo y, además, insisto, nada justifica la tortura de un ser humano, nada.

Es terrible saber que tanta gente sabe y no se asombra. Perder la capacidad de asombro endurece el alma y termina ayudando a aceptar lo inaceptable. No sigas incólume ante tantas mujeres maltratadas.

Un día o dos días son insuficientes para combatir el silencio que envuelve la violencia doméstica. Pero un día puede ser la diferencia entre la vida y la muerte de una mujer: el día que ella hable y las autoridades escuchen y las familias la apoyen. Como ves, un día o dos son insuficientes, pero al mismo tiempo un solo día es el necesario.

Ramón Tejada Holguín