¿A quiénes representan?

En febrero del 2000 Seymour Martin Lipset escribió en la revista "Letras Libres" que la democracia es impensable sin la existencia de partidos políticos que "compitan por los puestos públicos", ya que "la oposición intenta reducir los recursos disponibles para quienes están en los cargos y aumentar los derechos disponibles para quienes están fuera del poder". O sea, los conflictos entre el partido en el gobierno y los de oposición ayudan a establecer normas y reglas democráticas que van en beneficio de toda la sociedad.

En República Dominicana los políticos, tanto del gobierno como de la oposición, tienden a hacer alianzas para escatimar las conquistas logradas por la ciudadanía. Muchas veces los acuerdos entre los partidos buscan restringir el campo de acción de la ciudadanía o se unen los grandes contra los más pequeños.

Aquí no hay verdaderos partidos políticos, apenas llegamos a protopartidos, a lo que podemos llamar "formaciones personalistas", lo cual se convierte en un grave obstáculo para el llamado proceso de consolidación de la democracia.

En efecto, el elemento aglutinador del PRSC era Balaguer y no el socialcristianismo; como lo demuestra la incapacidad de ese partido para mantenerse unido tras la muerte del patriarca otoñal. Pero el PRD y el PLD son, también, formaciones personalistas sin propuestas frescas y acordes al cambiante mundo. Observemos sus respectivos congresos y convenciones ¿cuáles han sido los temas de discusión? ¿Cuáles son los nuevos rumbos propuestos? ¿Cuáles las ofertas que le hacen a la sociedad? Lo grave es que en ocasiones la disidencia es más caudillista, como es el caso de De Camps con respecto al PRD o más clientelista y rentista como es el caso de Inchausti en el PLD.

En otro texto, Lipset definió las elecciones como la "lucha de clases democrática", pensando que los partidos representaban los intereses de clases sociales distintas. Los protopartidos dominicanos ni se molestan en decir que representan a diferentes sectores sociales, o por lo menos a actores cuyos intereses y proyectos de futuro son distintos.

Un breve análisis de ellos demuestra que carecen de una visión de futuro, que los intereses que representan son más bien difusos, por no decir que se representan a sí mismos y que entre ellos no difieren substancialmente en sus formas “clientelares” de relación con la sociedad. Esto es lo que llaman la crisis de representatividad. No es que los partidos estén en crisis, es que cada día representan menos a la sociedad dominicana.

Ramón Tejada Holguín
21 de Junio 2007