Están en todos lados

La mayoría de las personas ven la corrupción como un acto que cometen los funcionarios y las funcionarias del sector público, y olvidan un actor importante de este drama singular, que se beneficia en igual o mayor medida. Si definimos el acto corrupto como el uso de los recursos públicos en beneficio particular, resulta obvio que hay empresas y personas individuales que usan los recursos públicos en su provecho y tienen tajadas iguales o mayores de este pastel que las que pueden obtener los políticos y las políticas profesionales. Cuando se oferta dinero para conseguir un contrato o para que se tome una medida en favor de un sector empresarial, no sólo el funcionario se está beneficiando de esta acción.

Basta ya de ver sólo un lado del problema, el sistema corrupto es muy completo y la lucha contra él debe ser igual de compleja. El acto corrupto cumple una función política, ya que en ocasiones se usa para conseguir apoyo gubernamental ante situaciones críticas, o es el pago a empresas por lo recibido durante la campaña electoral, por lo que los políticos se cuidan mucho de incluir toda la complejidad y aristas del problema. Por eso al debate sobre la corrupción hay que agregarle otros elementos y no sólo se debe llevarse al banquillo a los funcionarios, sino también a empresas y grandes donantes de las campañas. Determinados actos de corrupción, son acciones que reportan beneficios políticos al gobierno y no a funcionarios específicos. Personas y empresas que se benefician de la corrupción financian al partido de gobierno y de la oposición, para garantizar inmunidad. Si bien hay que hacer más transparente la administración pública, hay que castigar a los corruptos, potenciales o reales, y a los corruptores, a los que dentro de la sociedad civil se benefician del acto corrupto. A veces, desde la sociedad civil, nos comportamos de manera muy naif en este tema

La impunidad y el creerse por encima de la ley es uno de los grandes promotores de la corrupción. Las organizaciones de la sociedad civil que dicen luchar contra este flagelo deben exigir castigo a los culpables, tanto a los que están dentro del gobierno, como a los beneficiarios que se encuentran en la sociedad civil, al tiempo que movilizan la población para hacer más transparente la administración pública. Hay demasiada timidez en este tema, hay demasiada inercia, incapacidad y mucho dinero usado en seminarios y talleres, nacionales e internacionales de pírricos frutos. Este horno ya no está para galletitas. Debemos dejar de autocomplacernos creyendo que somos los mejores y más moralistas del mundo, porque un día, de repente, encontraremos la corrupción y el conflicto de intereses en nuestra propia sala, conversando con ellos cual si fueran nuestros viejos amigos.

Las instituciones de la sociedad civil deben reflexionar seriamente sobre la forma en que han conducido la lucha a favor de la transparencia y contra la corrupción. Si bien deben exigir la rendición de cuenta de los funcionarios, también deben abandonar la idea de que todo lo que significa Estado es malo, y todo lo que significa sociedad civil es bueno. La corrupción es un complejo sistema que no se elimina ni con decretos, ni con buenas intenciones, ni con talleres a granel y muy bien organizados.

Ramón Tejada Holguín
El Caribe 22 de Febrero