Los bemoles de la reelección: entre Danilo, Leonel y las municipalidades

En el pasado proceso electoral se repostularon diversos síndicos y la mayoría se reeligieron. En algunos casos la reelección se explica porque esos síndicos han realizado un trabajo que los y las munícipes califican de excelente. Entre los municipalistas hay sindicaturas mitológicas como la de Villa González y síndicos “históricos” como el del municipio de La Vega, que ha ganado todas las elecciones desde que son separadas. Un caso de estudio es Santiago, en sus 7 municipios los síndicos y sindicas se reeligieron: dos del PRSC (Jánico y Santiago), tres del PRD (Villa González, Tamboril y San José de las Matas), dos del PLD (Navarrete y Licey al Medio). Eso a pesar de que la senaduría la ganó el PLD. De los 151 síndicos del país, 56 fueron reelectos, se calcula que más o menos el 70% de los síndicos que aspiraron a reelegirse, lo lograron.

En algunos casos la reelección de síndicos y sindicas se debe al clientelismo y uso de los recursos públicos. En otros es porque hacen su trabajo correctamente, interactúan con los y las munícipes, y fortalecen cada vez más su relación con la ciudadanía. Por lo que la reelección es un premio.

Sé que algunas personas están pensando “Dios mío, qué herejía”.

Pero, sí, sostengo que la reelección puede ser un premio, y los datos en términos de las municipalidades así lo sugieren. La posibilidad de reelegirse, al menos a nivel municipal, puede convertirse en un estímulo para que los síndicos y las síndicas hagan un mejor trabajo, sean más transparentes en sus gestiones y respondan más directamente a las demandas de los y las munícipes. Las municipalidades se pueden ir convirtiendo así en canteras para forjar nuevos liderazgos, y la posibilidad de reelección ayudaría al avance dentro de los partidos de estas personas. Los municipios modelos tienden a ser los más pequeños y medianos, con tradición previa de participación de la gente y las organizaciones en los asuntos municipales.

La conclusión es que la reelección no es dañina, ni perjudicial por sí misma, puede ser un estímulo para que los presidentes traten de hacer el mejor de los trabajos posibles. Pero, deben darse ciertas condiciones previas para que esto ocurra: 1) la existencia de una ciudadanía más activa y preocupada por las acciones gubernamentales, que presione por la transparencia y el buen gobierno; 2) la existencia de una prensa independiente que informe correctamente sobre las ejecutorias gubernamentales y sus consecuencias; 3) la existencia de controles sobre el uso del erario en las actividades políticas; 4) la existencia de sanciones a funcionarios públicos nombrados y electos si descuidan sus funciones para andar haciendo política por cualquiera de los candidatos ya sean del partido gobernante o de otro partido. Estas condiciones no están presentes en el país, por lo que la reelección en las presidenciales es perniciosa y onerosa para la nación.

El tema no es monocromático, los matices son diversos, por lo que prohibir la reelección no es la panacea, ni demiurgo creador de una nueva institucionalidad; auque admitimos que en nuestra nación puede ayudar, claro. Lo más importante, según mi humilde modo de ver las cosas, es comenzar a tomar medidas para crear las condiciones señaladas más arriba, esa sería la opción más seria, duradera y sostenible. Un matiz que a veces parece olvidarse: la reelección es partidaria también, y cualquier candidato de un partido de gobierno y sus parciales no resistirán la tentación del uso del erario.

Sí señor, se reeligen personas, y partidos. Si el partido es fuerte y unificado, ¿no usará los recursos a favor de su candidato? Si no tenemos las condiciones previas señaladas más arriba, un partido en el gobierno podría elegir un candidato distinto al presidente, con lo que no se reelegiría la persona, pero sí el partido. En ese escenario cualquier candidato de un partido de gobierno y sus parciales dentro del tren gubernamental, congresional y municipal pueden hacer uso de los recursos de que disponen, incluyendo los bienes públicos, para sus campañas políticas. La reelección, por lo tanto, no es el problema principal, es consecuencia de otros de mayor jararquía: la falta de instituciones fuertes que reduzcan los niveles de clientelismo y la existencia de una ciudadanía de baja intensidad que cada vez se hace más apática y marcada por el desencanto, que ya ve como normal el uso de los bienes públicos para la promoción de los candidatos e incluso de los aspirantes a candidatos.

Ramón Tejada Holguín
El Caribe
25 de Enero de 2007