Partidos y transparencia administrativa

El papel de los partidos políticos en la construcción de la transparencia en la administración pública[1]
Ramón Tejada Holguín,
Profesor-investigador asociado de Flacso programa República Dominicana

Entre Escila y Caribdis

Cuando me pidieron que hablara de los partidos políticos y la transparencia en la administración pública, pensé que sería un tema fácil de abordar. Le dije a Francisco Cueto, “simplemente diré que los partidos influyen mucho en la transparencia de la administración pública, en un país como el nuestro cuando son gobierno nombran a todo el tren gubernamental, tienen el control del presupuesto, pero son agrupaciones opacas, y lo opaco no produce transparencia, por lo que es imposible que ayuden a reducir los niveles de corrupción, después de todo la gente sabe que son los culpables de los males actuales y los por venir”.

Cuando dijera esto haría un silencio. Y la gente de la sociedad civil dominicana e incluso algunos de los partidos, de seguro que aplaudirían. Sabía que sería fácil encontrar información que avalen esta idea, y así fue. Por ejemplo, en el informe sobre el Barómetro Global de la corrupción del 2006, Transparencia Internacional dice que, con respecto a años anteriores, “Se mantiene la percepción de que los partidos políticos y los parlamentos son las instituciones más corruptas, seguidas de las empresas y la policía”[2].

“Los encuestados de todos los países creen que la corrupción –sostiene el informe- afecta en gran medida a sus vidas y, por encima de todo, se muestran preocupados por el papel que desempeñan los partidos y los representantes políticos para abordar la corrupción. El reto de los líderes políticos sigue siendo el de demostrar que no están fomentando estas prácticas corruptas, sino que hacen auténticos esfuerzos por promover la transparencia, la responsabilidad y la integridad en las sociedades de todo el mundo”[3].

En una escala del uno al cinco, en donde cinco es muy corrupto y uno nada corrupto, los partidos políticos recibieron un cuatro a nivel global. Fueron la institución que tuvo el deshonroso privilegio de tener la calificación promedio más alta, lo que significa que son percibidos como los más corruptos por la gente de la bolita del mundo, y quién sabe si hasta en una galaxia lejana están los “Jedis” peleando contra las agrupaciones partidarias.

En América Latina los partidos tuvieron una puntuación de 4.2, más alta que el promedio mundial; en República Dominicana promediaron 4.3. Ligeramente más alta que la media de la región y mucho más alta que la mundial.

No hay dudas, la percepción de que los partidos políticos son organizaciones corruptas es generalizada, por lo tanto, como dice el teorema de Thomas, “si una situación se define como real es real en sus consecuencias”, la conclusión es que los partidos son corruptos. No hay apelación posible contra este juicio.

Si estos tienen una influencia importante en la administración pública, vía el nombramiento de los altos cargos y otros cargos políticos en países con carreras administrativas, y el nombramiento de todo el tren administrativo en países con un tipo de institucionalidad informal y basada en las relaciones primarias como es el caso dominicano; me pregunto a mí mismo:

- Mí mismo ¿Puede una organización con esta característica promover la transparencia en las instituciones en las que influye?

La respuesta es obvia: imposible.

En apariencias ya no queda mucho que decir. O ¿sí?

Quizás las cosas son más complejas, y no son tan obvias las preguntas y las respuestas. Quizás esta es la vía fácil y que nos da aplausos de todas esas personas que catalogan a los partidos políticos como maquinarias absolutamente corruptas.

Sí, amigos y amigas, para observar el papel de los partidos políticos en la construcción de la transparencia en la administración pública debemos vencer el panfleto fácil y que traería aplausos y primeras páginas. Es decir, no nos dejemos llevar por esa tendencia que existe entre algunos intelectuales y activistas sociales de hacer una crítica demoledora al partidismo, asumiéndolo como la suma de todas las corrupciones. Sin detenernos a pensar, ¿qué hay en la naturaleza de los partidos que provoca esa percepción en todo el mundo? Si el problema es que los partidos son los malos de la película, bastara con eliminarlos para que los buenos triunfen. Pero, no creo que estemos hablando de un melodrama al estilo Hollywood.

Debemos reconocer que en muchos sentidos los partidos se conforman y definen atendiendo a la ciudadanía que les apoya, que les vota en las elecciones y que en ellos participa. Si los partidos son la suma de todos los males, algo huele mal más allá de ellos y el olor a podrido toca otras muchas instituciones.

Aclaro que uso transparencia como lo opuesto a opacidad, y la opacidad la veo como corrupción. Es una visión sencilla de la transparencia pero nos ayudará a entender el rol de los partidos. Y en este punto, digo que para que los partidos aporten a la transparencia es necesario que exista competencia política. Que las personas puedan elegir entre dos o más partidos, y que la competencia de los partidos por el favor de la ciudadanía provoque que la oposición esté al tanto de la opacidad del que está en el gobierno, procediendo a informar a la ciudadanía. Pero, también se necesita una ciudadanía informada y que tenga como uno de los elementos para decidir por quién votar el tema de la transparencia.

Lamentablemente, parecería que hay quienes creen que elegir entre dos partidos es como optar o por Escila o por Caribdis, esos dos monstruos ubicados en lados opuestos a los cuales se enfrentó Odiseo. Ulises, como le llamaron los romanos, tenía que pasar por el justo medio, porque si se desviaba a la izquierda lo devoraba Escila, si a la derecha Caribdis haría un festín con el barco y su tripulación. Muchos intelectuales y activistas cívicos quieren ser como Odiseo y pasar por el centro de la competencia política inmaculados como diamantes, y eso no es posible. El justo centro que no está al alcance de uno de los monstruos, se llama autoritarismo.

Creo que esa actitud puede ser vista como irresponsable, porque el desprestigio de los partidos corre el riesgo de desacreditar la actividad política misma, provocando la despolitización de la ciudadanía. Provocando que cada vez más tengamos ciudadanos y ciudadanas dominados por la apatía y el desencanto, dejando la actividad política exclusivamente en manos de quienes “saben como aprovecharse de los bienes públicos”, o en manos de unos cuantos y sin supervisión, es decir de una elite que se colocará por encima de la sociedad. Sin la tan importante supervisión ciudadana la opacidad en los partidos y la administración pública seguirá y se expandirá cual mancha de petróleo que contamina el mar de la democracia.

Más que desprestigiar la política necesitamos revalorarla. Rescatarla de manos de los políticos y las políticas profesionales. No estoy diciendo que debemos organizarnos en partidos políticos, no, digo que debemos entender la función de los partidos políticos, y obligarlos a cumplirla, que debemos buscar mecanismos de hacerlos más transparentes y dejar de convertirnos en eternos “quejicas” que viven lamentando la corrupción partidaria, pero al final o votamos por algún partidos o nos quedamos inmóviles.

Digo que podemos ayudar a los partidos desde dentro y desde fuera. Que es necesario fortalecer las tendencias más proclives a la transparencia en lo interno, y al mismo tiempo hay que trabajar desde las organizaciones civiles para que la transparencia sea uno de los criterios que utilice la ciudadanía a la hora de decidir a quién dará su voto. Estoy diciendo que no se trata sólo de observar el rol que juegan los partidos en la construcción de la transparencia, sino que, además, hay que observar el rol de la ciudadanía en hacer que los partidos cumplan su papel.

La apuesta por el cambio en los arreglos institucionales dentro de los partidos y el forzarlos a cumplir su rol en la transparencia de la administración pública es una acción política. No lo debemos olvidar. El activismo político de la ciudadanía es indispensable, y la política como actividad es necesaria en las democracias.

Ya lo dijo Bill Clinton, entrevistado por el presidente del BID, Luis Alberto Moreno, en un evento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) realizado en junio del 2006: "Pienso que hay dos cosas que deben decirse. Primero, la política es frustrante, imperfecta y a menudo llena de banalidad y falta de visión. Si no quieren lidiar con eso, busquen otro tipo de trabajo. Y quejarse por ello es ser como estos jugadores en la Copa Mundial que reclaman penales cuando los barren para sacarles la pelota. –Sigue diciendo Clinton- quien no quiera jugar porque alguien puede lastimarlo, que se quede en casa. Pero [la política] sigue siendo la mejor esperanza que tenemos para solucionar nuestros problemas comunes; es muy importante." Y me gustaría subrayar esa última frase: La política sigue siendo la mejor esperanza que tenemos para solucionar nuestros problemas comunes.

La despolitización de la gente es uno de los peligros que enfrenta toda democracia y contribuye a la corrupción en los partidos y a que estos no promuevan la transparencia en la administración pública. ¿Cómo? Nada puede ayudar más a la opacidad que una ciudadanía desinteresada, apática, desmovilizada y poco participativa. ¿Nos vamos entendiendo? ¿Vamos viendo que el problema es más complejo de lo que aparenta y que las cosas no son tan obvias como las planteamos al inicio? No basta echar la culpa de todo a los malditos partidos políticos.

El mensaje de esta primera partes es: si bien los partidos son organizaciones que se perciben como corrupta - y cuando el río suena es porque agua trae- no menos cierto es que juegan un papel importante en la construcción de la democracia y no se puede prescindir de ellos.

Una pregunta me asalta, que vienen a complicar más este asunto, ¿a qué se debe que en el mundo entero tenga esa percepción de los partidos? y claro, esta pregunta sugiere otra, ¿Porqué si hay una visión casi homogénea en el mundo entero, los partidos siguen siendo los principales articuladores de la voluntad política y la acción colectiva? Le compliqué las cosas más, ¿no?

Atrapados, pero con salida

No podemos escapar ni a la política, ni a los partidos. Cuando digo partidos, no me refiero a los partidos actualmente existentes, me refiero a la idea de partido, a la categoría política llamada partidos. Podemos estar descontentos, y yo lo estoy, con la forma en que actúan, se organizan y hacen política los partidos existentes en el país, para hablar de nuestra nación. Pero, toda democracia fuerte necesita de competencia política: de grupos de personas que se unan para administrar las instituciones públicas, que dicen saber qué es lo que nos conviene a la mayoría y compiten entre ellos, y la ciudadanía, la soberana[4], dará los poderes a quienes entienda gobernará a su favor. Esos grupos son los partidos políticos y la competencia entre ellos crea la democracia. Pero, la forma en que se manifiesta la competencia política, la forma en que se dan los arreglos institucionales en lo estatal y el papel de la soberana ciudadanía serán determinantes en la existencia de transparencia u opacidad en la administración pública. Es decir, en la gestión de los bienes de toda la sociedad.

Me atrevo a decir, balbuceando una respuesta a la pregunta del porqué de la percepción de que los partidos son corruptos, que la razón se encuentra en la naturaleza de sus funciones. Son un conjunto de agrupaciones para la articulación de los intereses colectivos de la ciudadanía, y cada agrupación se supone es portadora de una visión de cómo debe ser el orden social y cómo deben gestionarse los bienes públicos diferente. Por lo tanto su papel es formar gobiernos, los nacionales y los locales, en el ámbito ejecutivo y el legislativo, y llevar a cabo esas ideas.

He ahí el problema. Cada vez más los partidos existentes se alejan de esas funciones y ensayan formas de burlar a los y las votantes. De no cumplir con sus promesas. De alejarse de la vista de las personas y de lograr ser elegidos, o reelegidos (porque los partidos se reeligen no sólo la personas) usando diversos mecanismos para escapar al control de la ciudadanía[5]. Por eso en las sociedades complejas actuales, ya los partidos no son los únicos que reinan. Su incapacidad para articular correctamente todos los intereses de la colectividad provoca que determinados grupos se articulen para hacer una defensa más directa de intereses específicos, que muchas veces los partidos no defienden. He ahí que entran las organizaciones de la sociedad civil, que luchan para que los partidos, en especial cuando son gobiernos, asuman sus demandas y reclamos y sean más transparentes.

Pero, he dicho que los partidos no son monstruos que actúan fríamente como seres perversos, y ahora parece que digo que sí lo son. Lo que pasa es que ahora podemos ver el fenómeno desde otra óptica y entender como los partidos políticos son hechuras claras de la ciudadanía de una nación. Siempre habrá una tensión entre la ciudadanía que presionará para que la actividad política y la democracia responda a sus demandas y necesidades, y los partidos organizados según la lógica de llegar al poder y mantenerse.

Con esto complico el asunto y digo que el papel de los partidos va a depender de si el sistema político - conformado por el sistema de partido y el sistema electoral - tiene estímulos para que los partidos actúen de manera transparente o para que actúen de manera opaca.

No quiero hablar desde la teórica, ahora. Veamos cómo se manifiesta el sistema político en el país y sí hay estímulos para la transparencia o para la opacidad. O sea, hablemos del papel de los partidos dominicanos en la construcción de la transparencia, teniendo siempre en la memoria, los elementos tratados hasta este momento.

Partidos, transparencia y administración pública en el país o de cómo las ovejas deben cuidarse tanto del lobo como del perro pastor que dice protegerlas

Según las cuatro encuestas Demos realizadas entre el 1994 al 2004, cuando a la gente se le preguntaba a quien representan los partidos, cerca de la mitad sostenían que sólo representan los intereses de los políticos, mientras que entre el 36% y el 43% decía que representan los intereses de algunos grupos o personas. Apenas entre el 10% y 7% sostuvo que representaban a todos los grupos de la sociedad. Estamos hablando de cuatro encuestas realizadas en un periodo de diez años, y en las cuatro los resultados fueron similares: menos del 10% de las personas creen que los partidos dominicanos representan los intereses de la sociedad. Esto significa que está percepción no es coyuntural, sino estructural. Hablamos de una percepción negativa de los partidos a lo largo de 10 años. Diez años en los cuales han estado en el poder los tres partidos más grandes el sistema.

Eso piensa la población entrevistada en general, pero, ¿cómo piensan las personas que participan en la política, ya sea como militantes o como simpatizantes? Entre el 15% y el 12% de las personas que pertenecen o simpatizan por un partido político dicen que estos representan los intereses de la sociedad, los que creen que sólo representan los intereses de algunas personas o algunos grupos oscilan entre 44% y 37%, y los que dicen que representan sólo a los políticos son entre el 50% y 40%. Eso dicen los mismos militantes y simpatizantes de los partidos. Diría algún amigo abogado, a confesión de parte…

La percepción sobre los partidos de las personas que participan en política tiene consecuencias importantes: si estos son asumidos como maquinarias para obtener beneficios personales, por los mismos militantes, ¿están diciendo ellos y ellas, que esa es la razón por la cual militan en las organizaciones políticas?

Si las personas se dedican a trabajar en los partidos tras beneficios personales, y esos beneficios provendrán de las instituciones públicas que los partidos controlen, ¿no hay cierta responsabilidad colectiva en la constitución de los partidos políticos?. Es así que en las expectativa del trabajo dentro de los partidos, hay un virus terrible que presiona al uso patrimonial de las instituciones que se controlan.

Otros datos nos sugieren que efectivamente la militancia partidaria tiende a organizarse, en un país pobre como el nuestro, buscando beneficios personales. Para la encuesta demos del año 2004 se observó que todas las personas entrevistadas tenían algún nivel de clientelismo: el 36% tenía un nivel bajo, el 28% un nivel moderado, el 23% un nivel alto y el 12% un nivel muy alto. Como quien dice el problema del clientelismo en el país es de intensidad, de quien es más y quién menos clientelar.

Recordemos que el clientelismo es un intercambio de apoyo por favores. Es decir, los líderes reciben el apoyo de las militancias a cambios de favores de esos líderes: ¿Quién paga esos favores?

Tomando en cuenta que los partidos no son empresas que crean valor económico o que construyan algo, o que comercialicen alguna mercancía, la única riqueza que pueden tener les llega o de las donaciones empresariales o del uso patrimonial de los bienes públicos. No está de más recordar que el uso patrimonial de los bienes públicos es una de las fuentes de opacidad, es decir de la no-transparencia en la gestión gubernamental.

Además de la presión de la militancia partidaria y la dirigencia hay otros obstáculos para la transparencia. Me refiero a la gran inversión que se debe realizar para poder ser elegido. Participación Ciudadana[6] comprobó que entre enero y marzo del 2006 los partidos invirtieron 140 millones de pesos sólo en publicidad radial, televisiva y en la prensa escrita. De estos el PLD y sus aliados gastaron unos 67 millones, mientras que el PRD y el PRSC que juntos formaban La Gran Alianza Nacional sumaron 69 millones de pesos. No se tienen las cifras para abril y mayo, pero si nos llevamos de la forma exponencial que los partidos incrementaron la publicidad es probable que el gasto en publicidad haya subido al doble.

Hay gastos difíciles de cuantificar. Los actos de cierres de campañas, con la participación de grupos de merengues y figuras del arte popular nacional e internacional. Los recorridos del presidente de la República por todo el país y la cantidad de recursos necesarios para moverlo. Las ayudas que los 17 Senadores del PRD que deseaban repetir proveyeron a sus parciales en las provincias, así como las de los diputados en sus circunscripciones.

El gobierno Central gastó más de 150 millones en publicidad entre enero y marzo y es indudable que una proporción de los anuncios gubernamentales funcionaban como propaganda política del partido que controla el Ejecutivo. Lo mismo se puede decir de los ayuntamientos y el poder legislativo, aunque los montos de estos últimos fueron substancialmente menores.

¿De dónde salió todo ese dinero? ¿De empresarios amigos? El dinero aportado por empresarios se ha comprobado hasta la saciedad no es un aporte inocente, sino que el empresario está invirtiendo y luego cobra en evasión o contratos y contratas, en ocasiones el dinero de los empresarios es conseguido a través de sutiles chantajes.

El problema del financiamiento de los partidos y de las campañas es quizás uno de los obstáculos más grande que debe enfrentar la construcción de la transparencia en el país. Pero, ¿Cómo buscarle solución a este problema?

Tomemos en cuenta que cada día más las campañas se complejizan y encarecen, siendo esto una gran limitación de la democracia porque quien tiene más dinero tendrá mayores probabilidades de ser elegido, lo que va en contra de la libertad de elección y hace que la participación política de la ciudadanía sea desigual: quienes tienen más dinero, podrán influir más. La idea de una persona un voto, va perdiendo sentido. Pero esa idea debería ser la niña bonita de la democracia.

Hoy los candidatos y las candidatas se venden como mercancías. Se necesita asesores de imagen, gente que diga qué color le va mejor al candidato o candidata, que tipo de ropa acentúa la imagen de honradez, cuál es el ángulo que hace ver al candidato como más eficiente, cuál oculta las mentiras que venden los programas partidarios.

Se necesitan un equipo conocedor de la publicidad y el mercadeo, que pueda elaborar coloridos spot para la televisión, que encuentre el timbre de voz perfecto para la radio. Y ¿qué me dicen de los asesores para enseñar a hablar en público?. ¿Y las encuestas para medir qué quiere la gente, si prefiere que su candidato o candidata ande en pantalones tubitos o en campanas?

Cada día más la campaña política dependen del mercadeo y los nuevos descubrimientos en cuanto a la manipulación de las personas a través del sonido y las imágenes. ¿Cuál es el costo de una buena foto, con esos filtros que hacen ver el candidato o candidata con menos años que sus hijos e hijas? Sí, el creciente costo de las campañas políticas se convierte cada vez más en unas de las fuentes de corrupción dentro de los partidos, que impacta cuando estos llegan al control de la administración pública.

Uno de los correctivos necesarios para ayudar a que los partidos sean transparentes, es, pues, la búsqueda del control del financiamiento. En el país, existe el financiamiento público, el cual no es suficiente y hasta el momento ese dinero no se maneja de forma transparente. Hay un financiamiento privado ilimitado, sin control. El financiamiento privado condiciona la acción de los políticos, hace que legisladores legislen a favor de sus financiadores y presidentes elaboren propuestas a favor de quienes le han financiado.

Parecería que todo esta mal y que estamos condenados a la falta de transparencia, ya que en la forma en que se conforma los partidos políticos en el país, la presión hacia la opacidad viene desde la militancia, pasando por quienes quieren elegirse y llegando a la elite económica que financia los partidos.

La buena noticia es que existen mecanismos, probado en muchos países, para reducir el efecto de esa presión que los partidos tienen hacia la opacidad. Hablo de mecanismo como la carrera administrativa, la existencia de leyes que tipifican la corrupción, la existencia de una normativa para regular el financiamiento político y la competencia electoral, entre otros aspectos.

Ah, pero debo decirle que tengo otra mala noticia. En nuestro país carecemos de esa normativa, estamos huérfanos en cuanto a la regulación de la competencia política y la presión por la transparencia.

Pero, hay otra buena noticia: hay procesos en marcha para lograr mayor transparencia que, como la gallina, se llenan el buche grano a grano, ley a ley, decreto a decreto, participación a participación.

Opss, otra mala noticia, siempre existirá una presión de los políticos por escapar al control ciudadano y llegar al poder, por lo que siempre será necesario que la ciudadanía se organice para, como dice Maravall “controlar a los políticos”.

En el país, la acción partidista en el gobierno parece carecer de límites. La capacidad que tiene el partido de gobierno para nombrar en el estado es demasiado discrecional y el criterio utilizado no es la capacidad de la persona sino la militancia partidaria. Cada vez que hay un cambio en el ejecutivo, se dan cambios substanciales en las principales dependencias. Basta recordar expresiones como las de Guido Gómez Mazara, quien a inicios del gobierno del PRD, fue filmado mientras arengaba a dirigentes y militantes del PRD, les hablaba como si el estado le perteneciera: “primero nosotros, luego nosotros y si queda algo después de eso, será para nosotros”. También se hizo celebre la frase de Hipólito de gobernar sin olvidarse de los de él.

En el 2004 el PLD, creó una comisión de empleo, y hubo enfrentamientos entre militantes. El 27 de noviembre del 2004, el Diario Libre reseña que el secretario general del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Reinaldo Pared Pérez, quien fue nombrado como coordinador de la Comisión de Empleos del PLD, reclamó a Incháusti, miembro del Comité Central de esa organización que hizo una manifestación con militantes peledeístas que reclamaban empleos, que "debió explicarles a esos compañeros las limitaciones que ha tenido este Gobierno para nombrar gente". Citó entre esas limitaciones el acuerdo Stand-By con el FMI, que impide desbordar la nómina pública. (Diario Libre del 8 de Noviembre del 2004: http://www.diariolibre.com/app/article.aspx?id=20653).

La arquitectura institucional dominicana, es frágil y no protege el erario. Para colmo el partidismo político más que convertirse en una forma de presión por la institucionalidad, se convierten en una herramienta que la bloquea. La ley que 14-91, que puede reducir la nefasta influencia del clientelismo político, tiene 15 años de promulgada. Durante su vigencia han gobernado los tres partidos que concentran mayor nivel de votación, y sin embargo no ha logrado aplicarse, ¿qué porcentaje, realmente, de los empleados son de carrera y están capacitados para realizar el trabajo que realizan? Esta ley, sin que haya sido puesta en vigencia, está en proceso de ser modificada. A veces creo que la nación parece creer que los problemas se resuelven en un papel con el escudo dominicano ordenando algo que nadie va a respetar.

Pero la ausencia de la carrera administrativa no es lo único que nos hace vulnerable a la opacidad partidaria. Pensemos en las compras transparentes y la relación del estado con los grandes financiadores de las campañas políticas. No quiero hacer un análisis erudito de la legislación anticorrupción que no se aplica en el país debido a los compromisos partidarios. De la asignación grado a grado, que persiste.

Un lugar estelar en la listas de aspectos que presionan a los partidos hacia la opacidad en su paso por la administración pública es la reelección. Debo aclarar que la reelección no es perjudicial por sí misma, en realidad puede ser un estimulo para que los presidentes traten de hacer el mejor de los trabajos posibles. Como dice Maravall: “los políticos que quieren ser reelegidos están atentos a la opinión pública a la hora de optar por una política u otra”[7]. Sugiere que las elecciones tienen influyen en la conformación de las políticas. En ese sentido, es posible que la reelección pueda presionar a un partido a ser más transparente. Si es que la ciudadanía evalúa las diversas ofertas y premia con su voto a los partidos que son más transparentes. Es decir si entre los criterios que utilizarán los votantes para tomar una decisión coloca el tema de la lucha contra la corrupción.

Desde ese punto de vista, para que la reelección no se convierta, en uno de los aspectos que presiona a los partidos a ser opacos, deben darse ciertas condiciones mínimas:

1) La existencia de una ciudadanía más activa y preocupada por las acciones gubernamentales, que presione por la transparencia y el buen gobierno;

2) La existencia de una prensa realmente independiente que informe correctamente sobre las ejecutorias gubernamentales y sus consecuencias, sin información confiable la ciudadanía no podrá tomar decisiones acertadas, para premiar y castigar debe estar informado verazmente sobre las acciones de los políticos;

3) La existencia de controles sobre el uso del erario en las actividades políticas, que exista sanciones y castigos fuertes para quienes se valen de mecanismos ilegales para financiar las campañas, en ese sentido es importante fortalecer la normativa legal existente, tener una buena ley que regule el financiamiento privado, ponerle tope al costo de las campañas, entre otros aspectos;

4) La existencia de sanciones a los funcionarios públicos y los que ocupan cargos electos si descuidan sus funciones para andar haciendo política de cualquiera de los candidatos del partido de gobierno.

Estas condiciones no están presentes en el país, por lo que la reelección en las presidenciales es perniciosa y onerosa. Ahora bien, debo decir la verdad la prohibición de la reelección no es la panacea, ni demiurgo creador de una nueva institucionalidad, puede ayudar, claro. Pero, ir tomando medidas para crear las condiciones señaladas sería la opción más seria, duradera y sostenible, porque el problema no es quien sea el candidato, la presión por la opacidad partidaria potencialmente es la misma cuando el partido como tal se quiere reelegirse.

Si no tenemos las condiciones previas señaladas más arriba, un partido en el gobierno podría elegir un candidato distinto al presidente, no se reelegiría la persona, pero sí el partido. En ese escenario cualquier candidato de un partido de gobierno y sus parciales dentro del tren gubernamental, congresional y municipal tampoco resistirán la tentación del uso del erario para sus campañas políticas.

Si nos damos cuentas, con este argumento estamos diciendo que siempre estaremos a expensas de un proyecto reeleccionista, que no importan si se prohíbe la reelección presidencial, será imposible prohibir la reelección de un partido. Por eso la falta de instituciones fuertes que reduzcan los niveles de clientelismo y la existencia de una ciudadanía de baja intensidad que cada vez se hace más apática y marcada por el desencanto, que ve como normal el uso de los bienes públicos para la promoción ya no sólo de los candidatos, sino hasta de los aspirantes a candidatos, es el problema más grave.

Estoy tratando de ver todos los bemoles del peliagudo tema el doctor Cueto me pido tratar. En nuestro país debido a que el sistema de partidos es fuerte, estos pueden jugar un papel de primer orden en uno u otro sentido. Para lo cual deben dejar de representar los intereses individuales y deben existir mecanismos institucionales que traten de hacer que la competencia política sea menos desigual y onerosa.

Hay tiempo, no hemos transitado el camino de otros países de América Latina, en los cuales los partidos han sido incendiados y lo que ha surgido de sus cenizas no ha sido mejor, para la democracia y la construcción de una sociedad menos desigual.

En el país los partidos son cada vez más fuertes, en el sentido de que siguen siendo la maquinaria a través de la cual se puede llegar a cargo electivo. Los niveles de votación de los tres partidos mayoritarios siguen siendo muy grandes. También con altos niveles de legitimidad, ya que la abstención electoral en el país es baja cuando se comparan con otros países, es de alrededor 25% en las presidenciales y de 40% en las congresionales y municipales. Pero, es claro que esta situación va en deterioro.

Se que ven una contradicción en esto, ¿cómo se explica esa percepción negativa de los partidos y al mismo tiempo se observa ese fortalecimiento en términos electorales? Aunque este tema es harina de otro costal y necesitamos muchas páginas para explicarlo mejor, puedo adelantar que el secreto está en el tipo de ciudadanía que tenemos y las expectativas de que a través de los partidos políticos se puede ascender social y económicamente. Expectativa que existe todavía, pero que creo que puede cambiar en el futuro inmediato.

Cada vez es más evidente que hay una mayoría electoral móvil en el país. Que si bien el sistema de partido tiene apoyo, ninguno puede decir que está totalmente establecido en la cresta de la ola. Hay que ver que el PRD gana en el 2000 con casi el 50%, mientras que el partido que el PLD no llegó a un 25%, en el 2004 el PLD le gaño con 57% de los votos, contando el de los aliados. Ese crecimiento inusitado es espectacular. Y podría de manera espectacular moverse hacia otro lugar.

El clientelismo que es lo que explica el apoyo al sistema de partidos, tiene límites muy grandes. Porque es un apoyo que se sostiene mientras el partido pueda controlar recursos que le permitan responder a la clientela. Empero, los recursos son escasos y la ausencia de políticas sociales provoca rupturas en el sistema clientelar de parte de quienes no son beneficiados. Los resultados se verán en el futuro, pero mi hipótesis es que si los partidos dominicanos y su liderazgo no cambian el rumbo y el sistema partidario, tal como lo conocemos sufrirá cambios y nacerán nuevos liderazgos y muchos de los actuales morirán de inanición política.


[1] Elaborado para el Panel-desayuno: “Los partidos políticos y la transparencia en la administración pública”, organizado y auspiciado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Participación Ciudadana, el Consejo Nacional de Reforma Del Estado (CONARE) y el Instituto Nacional De Administración Publica (INAP).

[2] Transparencia Internacional, “Informe sobre el Barómetro Global de la Corrupción” Pág. 3. Publicado en Berlín en diciembre del 2006.

[3] Ídem Pág. 18.

[4] Creo que hoy la soberanía descansa en la ciudadanía y no en la categoría pueblo. En la actualidad quién legitima o deslegitima el poder estatal es la ciudadanía activa y participativa. Este es otro tema para debatir más adelante.

[5] José María Maravall, académico y político español, miembro del PSOE, ministro de Educación y Ciencia de España entre 1982 y 1988, tiene un texto llamado “El Control de los políticos” (Editorial Taurus, Madrid, 2003) en el cual estudia las “estrategias que los políticos utilizan para acceder al poder o mantenerse en él en contextos de información asimétrica que dificulta su control por parte de los ciudadanos” (Pág. 10)

[6] Ver: http://www.pciudadana.com/noticias/download/2006_gastos_publicidad_ene-feb-mar.pdf

[7] Maravall, Pág. 15.

1 comentario:

  1. Cuando se ha hablado de transparentar el funcionamiento del Estado y sus recursos, también se debería considerar el transaparentar y hacer más competitivo el acceso del recurso humano que opera en el Estado, haciéndolo más eficiente.
    Esta especie de filtro, no implica que los cargos dejen de ser cargos políticos, pero sí que quienes accedan a dichos puestos, sean idóneos dentro de esas áreas.
    Se debe racionalizar la designación de cargos políticos, no sólo para hacer que el Estado sea más eficiente, sino también, para hacer más fuerte al Gobierno de turno, evitando cuestionamientos por falta de preparación o poco profesionalismo.
    No se trata de hacer un gobierno de tecnocratas, pero sí de fortalecer los puestos políticos, no con respaldos partidarios, sino que con la formación y preparación de los propios funcionarios.
    Por otro lado, se debe dar cuenta del patrimonio previo y posterior de los altos funcionarios, y su nivel de desempeño, como lo hace cualquier empleado en cualquier lugar de trabajo.
    Es esencial que la institucionalidad misma regule y evite el surgimiento de indicios de corrupción, apropiación ilícita y mal manejo de información.

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