La privatización del salitre y el derecho al ocio

Necesitamos tener la mente fresca, en el caso de los que trabajan con el cerebro, y los músculos relajados y dispuestos a la faena en el caso de quienes hacen labores manuales. Pero, la ciudad, el país completo en ocasiones, es contrario al sosiego. Hay que plantearse seriamente la defensa del derecho a lo lúdico. No desdeñemos el ocio. Debemos verlo como una forma de cargar las baterías para poder enfrentar los retos colectivos y personales con más fuerza y firmeza de carácter.

¿Acaso no hay derecho a que un domingo de aguacero uno pase el día yendo de la cama a la cocina, libro en sobaco o trago en mano? Ay, pero cuánto cuesta meterle el pico a un buen libro.

Quienes confeccionan los impuestos parecen creer que los textos son artículos suntuarios. En un país de escaso hábito de lectura, se desincentiva el placer de un buen libro. Ni qué decir del aumento de las bebidas espirituosas, que bien usadas nos dan el solaz necesario para olvidar la basura que atosiga la ciudad.La reducción de los salarios reales, y todas esas cuestiones monetarias que uno cree que no afectan la economía del placer, pero que sí lo hacen porque para esto y todo lo demás no hay tarjeta ni préstamos rápidos, los bancos prestan para cosas serias y a tasas de intereses inaccesibles. Olvidemos libros y tragos, que alguien dirá que esas son veleidades “pequeñoburguesas”. Veamos televisión que es barato casi gratis. Pero no. Si como a mí, a usted le gusta ver películas, está frito. Olvídese del entretenimiento bueno, económico y asequible porque lo primero que necesitará son los servicios de una compañía de cable, que no está a chele, ya que encontrar buenas películas en la televisión nacional a la hora que usted dispone para verlas le resultará difícil. ¿Frivolidades de clase media otra vez? ¿Será que en la nación sólo las clases altas y medias tienen derecho al goce?

Si no tiene cable sólo le queda divertirse con la gran cantidad de cómicos que aparentan ser gente seria y dicen cualquier barbaridad sobre cualquier tema que desconocen y hacen enjundiosas entrevistas que resultan tragicómicas. Ah, pero si es un dichoso clase media y tiene cable y en el cable encuentra una buena película, o un excelente programa en uno de esos canales de Historia, es probable que la energía eléctrica, sin aviso previo, le dice adiós en el momento más interesante o se daña no sabe usted que fuente del telecable que para colmo es el único que tiene servicio en su barrio y su atención al cliente compite en ineficiencia con las peores o el cable no tiene generador propio o a su inversor se le acaba el agua.
Dios mío, ¿se han puesto a pensar en cuántas cosas hay que estar pendiente hoy en día para poder divertirse unos minutos? Para lograr unos momentos de ocio y paz hay que trabajar demasiado, a menos que usted tenga no se cuantos empleados a sus servicios que hagan las cosas por usted.

Quizás lo que hay que hacer es ver los programas de humor y ciencia-ficción, sí, esos programas de la mañana, la tarde y la noche –están a todas horas- en los que unos políticos parlotean de la situación que usted vive y sueltan una cháchara sobre una cosa esotérica y misteriosa llamada economía, según la cual cuando un arcano llamado macroeconomía se mantenga bien estable, el “boroneo” hacia la microeconomía provocará que los pobres también tengan todo el derecho del mundo al ocio, a ver una buena película, a tomarse unos tragos con quien les venga en ganas y donde deseen e incluso a leer libros.

En fin, ya que en el hogar no hay ambiente para el placer, podría uno salir a la calle tras alguna deliciosa actividad al aire libre, gratis, porque el cine, cenar fuera, ir a bailar son cosas prohibidas, lamentablemente. Por lo tanto, en lo que ese “socialismo neoliberal” que proclaman los economistas que economizan lo suficiente para divertirse llega hay que disfrutar de la quietud del mar cuando se mira desde el malecón porque pronto una isla nos privatizará hasta el salitre.

Ramón Tejada Holguín
Clave Digital,
22 de febrero 2005