Sociedad civil e indefensión ciudadana: una paradoja civilista

La vida se mueve en zig zag; marcha, retorna sobre sus pasos, se estanca. El presente es pasado condensado, el futuro se crea aquí y ahora. Los acontecimientos no tienen un curso ordenado y predefinido, no somos dueños absolutos de las circunstancias, estas tampoco nos gobiernan. Parafraseando a Ortega y Gasset: “Somos nosotros y las circunstancias políticas”, las cuales no son inmutables, aunque se nos quiere hacer creer lo contrario. La voluntad humana, nuestra práctica actual, puede modificar lo que le rodea, nuestro país del caos inconmensurable.

Pero, cuando la desesperanza y la indefensión nos envuelven el autoritarismo se cuela por la puerta trasera. Sí, ese sentido de que nada se puede hacer y de que cada día marchamos hacia un desastre, que organizarnos es imposible, es el mejor caldo de cultivo de la desmovilización política, lo que deja la conducción social en manos de políticos que por buenas intenciones que tengan, al carecer de vigilancia y contrapeso se creen que todo lo pueden, amos y señores del poder, el cual ejercen en provecho propio y de sus grupos, o de los grupos corporativos que tienen más saliva para comer más hojaldre.

Por el lado contrario la participación y el entusiasmo son las mejores armas para la defensa y construcción de una democracia. Cuando los que detentan el poder saben que son vigilados por una diversidad de grupos, que no tienen la vía libre para gobernar en provechos de unos cuantos, deben tratar de responder más al conjunto de la sociedad que un grupito. Para eso es que se necesitan ciudadanos y ciudadanas comprometidos y alertas.

Ya sé que me dirán que en el país se ha evidenciado un crecimiento de las esferas de influencia de la sociedad civil durante este 2004, y sin embargo las cosas no mejoran substancialmente. El país sigue marcado por un difícil acceso a la justicia de los pobres, por la ausencia de una coherente política social que busque la inclusión, mientras que la dadiva y el clientelismo que apenas alivian la pobreza, que regalan pescaditos pero no enseña a pescar, son las filosofía que dirigen las políticas públicas. Hay gente que piensa que no vamos por buen camino y que cada día más la ciudadanía se encuentra indefensa ante los embates de la vida, de la economía y que el estado no responde a las necesidades de la mayoría.

¿A quién acudir cuando pulperías, colmados y supermercados especulan; cuando el dólar sube y todos lo precios suben, mientras que al bajar los precios se quedan incólumes e incluso suben desafiando la ley de la gravedad? La ausencia de grupos populares organizados con la suficiente autoridad moral incrementa el sentimiento de indefensión y acrecienta la desesperanza del dominicano pobre y de la clase media baja.

Es aquí donde la paradoja entra en escena: mientras se expanden las esferas de influencia de la sociedad civil crece el sentimiento de indefensión de la mayoría de la población ¿Será que la influencia de la sociedad civil en las esferas públicas no es garantía del desarrollo y profundización del estado de derecho y la democracia? Los intentos de establecer un Dialogo Nacional y el natimuerto Consejo Económico y Social, son indicadores del crecimiento de las esferas de influencia de la sociedad civil dominicana en los asuntos políticos, el fracaso de ambos en el establecimiento de un espacio plural, con la participación de los diversos sectores, es la evidencia de la exclusión del sector popular de los convites y las conversaciones fructíferas, lo que provoca frustración y ensancha la espiral del sentimiento de indefensión.

La parte de la sociedad civil que es escuchada y que tiene posibilidad de influenciar es aquella que se organiza alrededor de sus intereses. Es bueno que se sepa que sin la participación de los diversos sectores de la ciudadanía el Estado no puede lograr la legitimidad de sus acciones, y cualquier forma de intervención estratégica del estado tendrá el peligro de no ser entendida por la mayoría.

El 2005 puede despertarse una mañana en un asombro de huelgas y revueltas espontáneas, o puede ser el inicio de la creación de un ambiente propicio al desarrollo y la equidad. Todo depende de la capacidad que tenga el Estado de lidiar con los intereses del empresariado, sin afectar los intereses de los más desposeídos y vulnerables. La necesidad de un Diálogo constructivo con todos los sectores es apremiante, para lo cual hay que contaminarse de pueblo y barrio.

El dilema del 2005 será: o una sociedad cada vez más equitativa y plural o una sociedad que cada día se asemeja a una selva inestable e ingobernable en que el más fuerte sobrevive. Definitivamente el 2005 oscilará entre la desmovilización, la indefensión y la participación. El futuro está en la ciudadanía. Construirlo ahora es nuestra responsabilidad


Ramón Tejada Holguín
El Caribe
30/diciembre/2004

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